El juego es una actividad que los
niños realizar por diversión. Algunos opinan que los juegos infantiles son una
pérdida de tiempo, sin embargo, Piaget estaba cautivado por los juegos de los
niños, pensaba que son un reflejo de los esquemas cognoscitivos del niño en
acción, lo que les permite practicar y fortalecer las aptitudes que posea.
El juego sensoriomotor comienza
muy pronto. Los bebés evolucionan de jugar con sus cuerpos, como por ejemplo
chupar sus pulgares, a manejar objetos como muñecos de peluche o sonajeros,
hasta alcanzar el juego funcional que
es aquel cuyos objetos son utilizados según las funciones para las cuales se
crearon, por ejemplo hacer girar la rueda del teléfono en vez de golpearlo,
este aparece al final del primer año.
A los 11 meses surge el juego simbólico, se trata de episodios
de simulación muy simples. Los padres puedes estimular este desarrollo
representando pequeños dramas con su hijo.
A los dos años, los niños que ya
caminan pueden usar un objeto para simular otro, por ejemplo un bloque que
simule ser un coche, utilizando así el lenguaje en forma creativa para
construir mundos de fantasía. Entienden con claridad la simulación. El juego fingido
se socializa y se complica cada vez más entre los dos y los cinco años de edad.
Los niños combinan su capacidad para el juego social y su capacidad para comprender
la simulación para colaborar entre sí para la planeación de sus actividades fingidas.
Desde el punto de vista
intelectual, el juego proporciona un entorno para comunicarse mediante el
lenguaje y usar la mente para fantasear, planear estrategias y solucionar
problemas. Los niños muestran habilidades intelectuales más avanzadas durante
el juego fingido que cuando realizan otras actividades, esto indica que el
juego estimula el desarrollo cognoscitivo además del desarrollo social. Para el
triunfo de la simulación de un juego social, los niños deben adoptar roles
diferentes, coordinar sus actividades y resolver las disputas que puedan
surgir. Los niños también pueden aprender a prepararse para los papeles adultos
jugando a “las casitas” y poniéndose en los zapatos de sus madres, padres o
maestros del colegio. Las primeras experiencias de simulación social
contribuyen en forma evidente a los conocimientos sociales. Quizá debido a las
habilidades sociales que adquieren y las experiencias en la representación de
roles, los niños en edad preescolar que participan en una gran cantidad de
juegos sociales simulados tienen a ser socialmente más maduros y más populares
con sus compañeros que los niños de la misma edad que a menudo juegan solos.
El juego puede estimular un
desarrollo emocional sano al permitir a los niños expresar sentimientos que los
molestan o resolver conflictos emocionales. Por ejemplo, si María ha sido
regañada durante el almuerzo por no comer sus legumbres, puede obtener el
control de la situación en el juego al regañar a su muñeca por comer mal o
persuadir a la muñeca de “comer de forma sana”. Las resoluciones mediante el
juego de estos conflictos emocionales puede contribuir de manera importante a
la comprensión por parte de los niños de la autoridad y los fundamentos que
subyacen a todas aquellas reglas que deben seguir.
Nunca debe decirse que el juego
es inútil. Aunque los niños jueguen porque es divertido, los jugadores
contribuyen a su propio desarrollo social, emocional e intelectual, a la vez
que disfrutan de ello.
Fuente:
Shaffer, D.R. (2000) Psicología
del desarrollo. Infancia y adolescencia. Ed Thomson, Madrid
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