lunes, 23 de diciembre de 2013

El juego, algo más que diversión

   
  
El juego es una actividad que los niños realizar por diversión. Algunos opinan que los juegos infantiles son una pérdida de tiempo, sin embargo, Piaget estaba cautivado por los juegos de los niños, pensaba que son un reflejo de los esquemas cognoscitivos del niño en acción, lo que les permite practicar y fortalecer las aptitudes que posea.
     El juego sensoriomotor comienza muy pronto. Los bebés evolucionan de jugar con sus cuerpos, como por ejemplo chupar sus pulgares, a manejar objetos como muñecos de peluche o sonajeros, hasta alcanzar el juego funcional que es aquel cuyos objetos son utilizados según las funciones para las cuales se crearon, por ejemplo hacer girar la rueda del teléfono en vez de golpearlo, este aparece al final del primer año.
     A los 11 meses surge el juego simbólico, se trata de episodios de simulación muy simples. Los padres puedes estimular este desarrollo representando pequeños dramas con su hijo.
     A los dos años, los niños que ya caminan pueden usar un objeto para simular otro, por ejemplo un bloque que simule ser un coche, utilizando así el lenguaje en forma creativa para construir mundos de fantasía. Entienden con claridad la simulación. El juego fingido se socializa y se complica cada vez más entre los dos y los cinco años de edad. Los niños combinan su capacidad para el juego social y su capacidad para comprender la simulación para colaborar entre sí para la planeación de sus actividades fingidas.
     Desde el punto de vista intelectual, el juego proporciona un entorno para comunicarse mediante el lenguaje y usar la mente para fantasear, planear estrategias y solucionar problemas. Los niños muestran habilidades intelectuales más avanzadas durante el juego fingido que cuando realizan otras actividades, esto indica que el juego estimula el desarrollo cognoscitivo además del desarrollo social. Para el triunfo de la simulación de un juego social, los niños deben adoptar roles diferentes, coordinar sus actividades y resolver las disputas que puedan surgir. Los niños también pueden aprender a prepararse para los papeles adultos jugando a “las casitas” y poniéndose en los zapatos de sus madres, padres o maestros del colegio. Las primeras experiencias de simulación social contribuyen en forma evidente a los conocimientos sociales. Quizá debido a las habilidades sociales que adquieren y las experiencias en la representación de roles, los niños en edad preescolar que participan en una gran cantidad de juegos sociales simulados tienen a ser socialmente más maduros y más populares con sus compañeros que los niños de la misma edad que a menudo juegan solos.
     El juego puede estimular un desarrollo emocional sano al permitir a los niños expresar sentimientos que los molestan o resolver conflictos emocionales. Por ejemplo, si María ha sido regañada durante el almuerzo por no comer sus legumbres, puede obtener el control de la situación en el juego al regañar a su muñeca por comer mal o persuadir a la muñeca de “comer de forma sana”. Las resoluciones mediante el juego de estos conflictos emocionales puede contribuir de manera importante a la comprensión por parte de los niños de la autoridad y los fundamentos que subyacen a todas aquellas reglas que deben seguir.
     Nunca debe decirse que el juego es inútil. Aunque los niños jueguen porque es divertido, los jugadores contribuyen a su propio desarrollo social, emocional e intelectual, a la vez que disfrutan de ello.

Fuente:

Shaffer, D.R. (2000) Psicología del desarrollo. Infancia y adolescencia. Ed Thomson, Madrid

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